viernes, 11 de abril de 2008

Reflexión de Sara Pereira y Madalena Oliveira. Universidade do Minho (Braga | Portugal)

¿Qué casos, en su campo de interés, cree que son los más relevantes del fenómeno de creciente participación de los ciudadanos en el discurso de los medios?

De una forma general, todos los medios de comunicación intentan incentivar la participación de los ciudadanos. El correo del lector y las conversas con los radio-oyentes hacen parte de la historia del periodismo escribido y de la radio en si mismos. Tal vez solamente la televisión tenga tardado a tornar evidente esta tendencia, pero exclusivamente por dificultades de orden técnica.

La verdad es que lo que estamos asistiendo es a una adaptación de los medios tradicionales a las nuevas potencialidades de la Internet y de la digitalización, en una tentativa de responder a los retos de la nueva era tecnológica. Por eso, vemos proliferar en los sitios Internet de cada periódico, de cada radio o de cada operador televisivo el apelo por la participación de las audiencias. Se pide que comenten las noticias. Se pide que informen los órganos de información sobre lo que está pasando, inscribiéndose esta participación en algo que convencionalmente llamamos de periodismo ciudadano. Se pide también que los espectadores participen en el resultado de concursos o en el final de series de ficción. Se pide finalmente que los ciudadanos opinen sobre la performance de los propios medios.

Aún que muy tenuemente, eso es lo que está empezando a pasar un poco por todos los medios. Primero en la prensa, pero ahora también en la radio y en la televisión, están siendo progresivamente implantados mecanismos que permiten el escrutinio de programadores, editores, periodistas y directores. La más común es la figura del Defensor del lector, con actividad regular en la prensa hace muchos años. Muy menos frecuente es la figura del Defensor en la radio o en la televisión. Pero existe y en Portugal está siendo una clara medida de fomento de la participación de los ciudadanos.

Pensando concretamente en la televisión, podríamos incluso decir que hay una fuerte señal de apertura a las opiniones de los espectadores. Considerando que «los servicios públicos de radio y de televisión deben constituir un modelo de referencia para los otros operadores», el gobierno portugués (la figura del Defensor del telespectador fue instituida en Portugal por imposición legal en los operadores públicos de radio y televisión en 2006) entiende que los operadores públicos deben asegurar «mecanismos expeditos de monitorización interna y de escrutinio público de la programación difundida».

De acuerdo con esta determinación del gobierno, el Defensor recibe y evalúa la pertinencia de las quejas y sugerencias de los espectadores sobre los contenidos difundidos y la respectiva forma de presentación; elabora y presenta un programa semanal, exponiendo los temas más anotados por los espectadores. Se puede decir que es un mediador entre los órganos de gerencia, los periodistas y programadores y los ciudadanos. Los datos del reporte de 2007 son muy significativos para comprobar que estamos ante un fenómeno de creciente participación de los ciudadanos: en 2007, el Defensor recibió más de 12 mil mensajes de espectadores (lo que es muy significativo en Portugal, un país donde las tajas de lectura no son muy elevadas).


¿Cuál cree que es el significado de este fenómeno y de los casos citados: qué valor cabe atribuirles?

Siendo un procedimiento de auto-regulación, el Defensor del Telespectador es fundamentalmente un mecanismo que implica los ciudadanos. No es por eso solamente una entidad de vigilancia de la ética de la televisión. En una altura en que se dice que lo que caracteriza la situación actual es la desregulación y la impunidad deontológica, la creación de la figura y de la función del Defensor se constituí como un mecanismo de restauración de una orden ideal.

Siendo esencialmente una plataforma de diálogo entre periodistas, programadores y telespectadores, la actividad del Defensor se traduce por la necesidad de un mediador entre las expectativas del público y la performance de los periodistas y productores.

Por otro lado, promoviendo un discurso meta-televisivo, una vez que encierra una reflexión sobre la televisión en el medio televisivo, esta medida del gobierno para el operador público configura, lo creemos, un reto para los canales autonómicos. Los operadores privados tendrán, así esperamos, que adoptar un régimen de auto-regulación para responder a las exigencias de calidad de los medios audiovisuales y a las demandas de los ciudadanos.

Durante la presentación de la Propuesta de Ley en el Parlamento, el ministro de la tutela consideró precisamente que el servicio público deberá ser un ejemplo para los otros operadores, siendo un factor de de promoción, en los medios, «de una cultura de responsabilidad social, diálogo con las audiencias, reflexividad crítica, profesional y empresarial». Por supuesto, la creación de Defensores de los Telespectadores deberá ser una práctica generalizada, por lo menos en los canales de señal abierta. En periodo de tan grande concurrencia como es el nuestro y de tan grande escepticismo relativamente a la televisión, no hace sentido que los operadores privados no acompañen esta iniciativa, con el prejuicio de se recusaren a un ejercicio de ciudadanía. Con la diversificación de los canales de expresión individual, de que los blogs y los SMS son exponentes máximos, ¿porqué la televisión no se prestar también en sus espacios de antena al debate sobre su actividad y a un discurso sobre si misma?


¿Cómo cree que se ha de transformar la práctica profesional o la investigación en relación con este fenómeno?

Los efectos de la acción del Defensor no serán muy evidentes en el inmediato, pero si algo de positivo se puede esperar, es seguro que sea el hecho de este mecanismo despertar los profesionales para la interacción con las audiencias. Que los profesionales tengan consciencia de que son también visados por el escrutinio público es naturalmente un propósito que conducirá a la transformación de la práctica profesional. Motivar los profesionales para una reflexión del punto de vista ético y deontológico será con certeza otro efecto deseable.

Por lo que respecta a la investigación en relación con este fenómeno, pensamos que en el ámbito de las ciencias de la comunicación se abre camino para una línea de estudio sobre la relación entre la ciudadanía y los medios de comunicación social. En sociedades de índole democrática, a expresión de actitudes de ciudadanía es vital para el debate colectivo sobre la vida en comunidad. No haría mucho sentido ajeno de este proceso.

Por otro lado, la práctica del Defensor condice bien con los propósitos de aquello que llamamos educación para los medios o para el uso crítico de los medios, ya que es una actividad que contiene una dimensión de carácter pedagógico.

Finalmente, tratándose de una dinámica de relación mutua entre los espectadores y la opinión de un especialista, podrá también la figura del Defensor contribuir para una más grande cooperación entre académicos y profesionales. A causa de responder a las expectativas de los espectadores, el Defensor puede también divulgar resultados de investigaciones, apelar a la más permanente participación de investigadores en la vida de los medios y aproximar los profesionales de las universidades.

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