martes, 15 de abril de 2008

Laura Cervi. Profesora de la Universidad Autònoma de Barcelona

La concepción moderna de democracia, la democracia liberal, hace referencia a un sistema político basado en el poder popular en el sentido que la titularidad del poder pertenece al demos, mientras que el ejercicio es confiado a representantes periódicamente elegidos por el pueblo. Es decir que el ejercicio el poder popular se resuelve en gran medida en el poder electoral.
Schumpeter, de hecho, nos enseña que la democracia es "un método para llegar a decisiones políticas, en el que los individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha de competencias por el voto del pueblo". La democracia se reduce, entonces, a un método electivo mediante el cual el pueblo elige un gobierno, eligiendo un líder. Su conocida definición señala por lo tanto que "el método democrático es aquel mecanismo institucional para llegar a decisiones políticas en las que algunas personas adquieren el poder de decidir mediante una lucha competitiva por el voto popular".
Robert Dahl postula que la democracia es un ideal imposible de realizar en la práctica, lo que existe son "prácticas reales" o "poliarquías", cuya “calidad” se puede medir a partir de: 1) que el control de las decisiones gubernamentales corresponda a cargos electos; 2) los funcionarios electos son elegidos y luego sustituidos por elecciones libres relativamente frecuentes; 3) en esas elecciones tienen derecho a votar prácticamente todos los adultos; 4) también tienen derecho a ocupar cargos presentándose como candidatos; 5) los ciudadanos gozan del derecho de libertad de expresión; 6) tienen acceso a diversas fuentes de información; 7) tienen derecho a formar asociaciones políticas que procuran influir en el gobierno, rivalizando en las elecciones.

Si nos centramos en la evolución de la aplicación concreta del derecho de libertad de expresión, vemos como la delegación de esta libertad por parte del ciudadano en los medios por motivos, digamos, de logística, forma parte de los modos de producción de los llamados medios tradicionales o “mass media”.
Los nuevos medios suponen una forma de recuperar el derecho individual a la información, y a la expresión, por la accesibilidad y facilidad de uso por parte de todos.
Sírvanos como ejemplo las weblogs, los SMS, los correos electrónicos, las radios barriales o los pequeños periódicos de difusión vecinal.
En otras palabras los nuevos medios ofrecen nuevas ocasiones de participación de los ciudadanos en la gestión de la res publica.

Si entendemos la sociedad como una ecuación donde interactúan tres factores -el estado, los privados y la ciudadanía- para que esta ecuación tenga resultados positivos, es entonces importante que los tres factores funcionen equilibradamente.
Eso significa poner el acento en la cooperación, en la co-participación de los diferentes actores, es decir aceptar la participación ciudadana como valor central capaz de contrarrestar la tendencia "oligárquica" del sistema político.
Por lo tanto, si la poca participación y la desigualdad social están íntimamente unidas, para que haya una sociedad más equitativa es necesario un sistema político más participativo; y las TICs, facilitando la participación de todos, ayudan a la creación de mayor espacios democráticos.

Los ejemplos de participación de los ciudadanos pueden ser múltiples, a partir de los blogs de opinión, para llegar al fenómeno de la communities o de las redes de contactos (Facebook, Orkut, etc.) que se convierten cada vez más en lugares donde crear foros espontáneos de intercambio de opiniones y de informaciones.
Interesantes ejemplos se pueden encontrar también en España, y en nuestra ciudad: la casserolades, manifestaciones contra la guerra de Iraq organizadas totalmente via sms (se pasaban sms para informar a la gente sobre cuando y como manifestarse), “V de Vivienda”, una protesta contra los precios de la vivienda nacida a nivel local en Barcelona y crecida a través de Internet a todo el país y finalmente el caso de la “niña de Rajoy”, que dominó You Tube y la entera ciber-communidad durante la campaña electoral.

El valor de estos casos se puede explicar tomando prestada la ley de la palanca de Arquímedes (“Denme un punto de apoyo y levantaré el mundo”), que explica como una fuerza pequeña puede estar en equilibrio con una fuerza grande si la proporción entre los brazos de palanca de ambas fuerzas es la adecuada.
Parece que, en el siglo XXI, funcione, como dice la literatura anglosajona, una especie de ‘e-lever law’ (la ‘ley de la e-palanca’) que podría rezar algo como “Dadme una conexión a internet y moveré el mundo”.
O sea, la investigación debe estudiar y promover estos nuevos espacios de participación.

El concepto y los estudios sobre la e-governance ya se están moviendo en esta dirección, pero siempre desde una perspectiva bottom-up, el siguiente paso es lograr que la participación no se quede simplemente en comentarios hechos al pie de un artículo o de una nueva ley, si no que hay que generar los mecanismos adecuados para que la voluntad democrática, expresada por la gente a través de los nuevos medios, tenga un impacto real en proyectos construidos, en políticas públicas y en acciones con el fin de lograr mayores niveles de justicia, equidad y mejor calidad democrática.
Dicho en otras palabras tanto la investigación como la política tiene que considerar –y fomentar- la aparición de una nueva especie de ciudadano, el “ciudadano 2.0”, capaz de utilizar todas las posibilidades que las TICs le ofrecen para participar activamente en la gestión de la sociedad.
Es decir por un lado hay que crear las precondiciones que permitan a toda la ciudadanía de convertirse en “ciudadanos 2.0”, y por otro lado hay que lograr que la política tenga la voluntad, y las herramientas, para poder incluir de forma eficaz estas nuevas dinámicas de toma de decisiones.
En este sentido la alfabetización digital tiene que ser la base fundacional de la educación ciudadana, porque es la clave de la inclusión. La brecha digital es también brecha social, por eso, la alfabetización digital es también la clave del desarrollo de la Sociedad de la Información y el Conocimiento. Sólo una sociedad que entienda su importancia y, en consecuencia, despliegue una estrategia formativa adecuada y sea capaz de gestionar el cambio convenientemente, estará en condiciones de desenvolverse con soltura, flexibilidad y en la sociedad informacional del siglo XXI.

1 comentario:

Orlando Suárez dijo...

Estimados Sres.:

Es curioso el parecido de parte del texto de esta publicación, en la que habla de la ‘e-Lever Law’ (‘Ley de la e-Palanca’), al que yo publiqué dos años atrás (en 2006).

No me parece de recibo publicar textos de otras fuentes sin hacer mención alguna y, menos aún, cuando dicho texto está protegido por un contrato de cesión de derechos.

Aquí pueden ver mi publicación: http://bit.ly/uKFIJs

Y aquí el contrato de cesión de derechos: http://bit.ly/v225oF

Hay que ser más rigurosos en estos asuntos y, más si cabe, cuando están tratando temas como el de un programa de investigación sobre el nuevo modo de participación de los ciudadanos en el discurso de los medios.

Reciban un cordial saludo,
Orlando Suárez